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El atleta americano que ha montado una academia de inglés en Aranda de Duero

Reilly Bloomer, de 27 años, es un atleta de Eugene, la cuna del atletismo en EEUU, que ha montado su vida en Aranda de Duero. 

 

Nació en Eugene, la cuna de Nike donde Steve Prefontaine se hizo célebre. Hoy vive en Aranda de Duero donde trabaja de profesor de inglés y ejerce de atleta. Se educó en la universidad de Georgetown, “donde el deporte era casi como un trabajo”. Y hace dos años llegó a España en busca de una nueva aventura.

¿Y cómo llega a Aranda de Duero?
Es una buena pregunta para mí. Llegué a finales de septiembre de 2022, porque hay un programa en España a través del Ministerio de Educación, ‘auxiliares de conversación de inglés’. En la solicitud elegí Castilla León. Una chica de mi ciudad me dijo que estaba bien y salió la oportunidad en el instituto Vela Zanetti en Aranda.

Y se ha quedado a vivir aquí. 
Sí, me gusta. Cuando llegué no sabía nada de Aranda. Busqué en Google y lo primero que me salieron fueron las bodegas subterráneas. Pero lo más importante fue lo que vi con mis propios ojos una vez que llegué. En una semana la gente ya me decía de ir a tomar una caña con ellos o de ir a enseñarme algún pueblo de alrededor.

Y eso no tiene precio. 
Es por lo que estoy en Aranda. La ciudad tiene su encanto, pero las personas que he conocido más. Estoy muy lejos de mi familia en Estados Unidos, pero aquí he construido una familia. Si necesito un consejo tengo a quién pedírselo. Me siento cómodo preguntando, y eso es lo que usted dice: no tiene precio. Mi familia está lejos. Mis padres viven en Eugene y mi hermana en Seattle.

Muy lejos de Aranda.
Es lo que le digo, si. Pero por suerte yo vivo en un piso compartido  en el centro, en la plaza de Jardines de Don Diego con un extranjero de la India y una arandina que está opositando. Cada uno venimos de una cultura diferente. Así que aprendemos juntos y hoy podemos decir que todos somos amigos. Algún día quizás nos separaremos, pero estoy seguro que dentro de 20 años, cuando volvamos a coincidir, esta amistad durará en el tiempo.

Y ha creado una academia de inglés. 
Más bien he colaborado con una empresa en Aranda donde viene la gente que teletrabaja con el objetivo de crear una comunidad. Yo doy clases de inglés, sobre todo de conversación, según en lo que trabaje cada uno. No es lo mismo para el que trabaja en el Ayuntamiento que para el que lo hace en una fabrica o para el chaval que quiere mejorar sus notas. Yo me adapto a cada uno.

Además, es atleta.
Sí. Fui a la universidad de Georgetown en Washington donde estudié Ciencias Políticas. Tenía una beca gracias al atletismo, porque en la universidad de EEUU el deporte es casi como un trabajo.

Y eso lo endurece. 
El atletismo era casi mi vida, sí. Llegué a entrenar con los mejores de la Liga universitaria. Era un grupo de doce atletas muy buenos. Cuando empezábamos a correr fuerte no te daba tiempo ni a pensar. Recuerdo que con 21 años llegué a hacer 80 millas que son unos 130 kilómetros. Pero por suerte tenía un buen motor aeróbico.

¿Y cómo fue?  
Al principio, genial. Viví un sueño. Llegué a ir con la selección sub-20 de EEUU a los Juegos Panamericanos en Venezuela en cross. Pero cuando volví me sentía agotado. Durante meses no se supo lo que tenía hasta que se descubrió que tenía una bacteria en la tripa. Aquello me rompió física y mentalmente. Pero, sobre todo, rompió mis expectativas, porque me costó mucho volver a mi mejor nivel, demasiado.

¿Cuál es su mejor nivel?
Con 17 años hice 3’54” en 1.500 en el instituto. Luego, en 3.000 en pista cubierta he llegado a hacer 8’28” en Salamanca; en el 5.000 en Los Corrales hice 14’15” y en 10k en ruta este año hice 30’37”.

¿Y entrena mucho?
Pero ahora es diferente. Antes era parte de mi beca. Ahora ya no pasa nada si un día no me apetece o si el fin de semana prefiero viajar a algún sitio: el atletismo ya sólo es una parte más de mi felicidad. Nada más. La suerte es que en Aranda tenemos un grupo, y eso ayuda. He llegado a hacer 100 kilómetros a la semana con dos días de serie. Y algunos fines de semana hago carreras que forman parte de mi entrenamiento.

¿Aranda ha sido el gran descubrimiento de su vida? 
Sí, puede ser. Es verdad que mi época en Georgetown fue imborrable. Todavía tengo amigos allí con los que hablo. Pero Aranda me está enseñando a buscarme la vida y aquí he encontrado los apoyos que necesito.

¿Se quedará a vivir aquí siempre?
No tengo respuesta a esa pregunta.  Es duro estar lejos de mis padres y de mis abuelos. Pero yo voy mes a mes.  Lo importante es que mi familia está contenta sabiendo que estoy aquí. Han venido a verme dos veces y te podría hablar de lo que le gustaron la Iglesia de Santa María, las bodegas…, pero ellos, sobre todo, se quedaron impresionados de la amabilidad de los arandinos. Todo el mundo les daba la bienvenida.

Como a usted entonces.
Aranda me ha enseñado que la felicidad está en las cosas más simples. Para mí la felicidad es tomar  un café y un pincho de tortilla en una plaza viendo el sol. Ese momento no lo había vivido en EEUU. Fui dos semanas de vacaciones a Oregon en Navidad y sólo vi el sol cuatro horas.

 


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