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Domingo López, el entrenador que se enfrenta al método noruego: “El fulcro está en la dosis que necesita cada uno”

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LBDC

Hay entrenadores que siguen modas, y hay entrenadores que crean legado. En un tiempo en el que todo el mundo habla de milimoles de lactato, zonas de umbral y gráficos de pulsaciones, Domingo López, 85 años, sigue mirando a los ojos del atleta antes que a su reloj.

El maestro, el hombre que ha entrenado a más de 600 atletas desde 1963, entre ellos más de una decena de olímpicos, levanta la voz con la misma calma con la que mide los pasos en la pista: “Lactato es una orientación, pero no lo es todo. El fulcro está en la dosis que necesita cada atleta.

La fiebre del “doble umbral”: cuando la ciencia se olvida de nuestras obligaciones

Las redes están llenas de vídeos explicando el “método noruego”, el famoso entrenamiento de doble umbral con el que el que Marius Bakken y los hermanos Ingebrigtsen ha revolucionado el mediofondo mundial. Esquemas, números, lactatos, zonas de intensidad… y una legión de corredores intentando replicar lo imposible.

López se ríe con respeto, pero sin sumarse al aplauso fácil: “Hace 35 años ya me compré un aparato de lactato para ir a Font Romeu. Lo deseché. ¿De qué me sirve si el atleta no entiende lo que le pasa por dentro y el nivel de tolerancia varía?”

Para él, el secreto no está solo en los datos, más bien en la escucha y la experiencia. “Muchos populares hacen más kilómetros que Moisés”

Ciencia sí, pero con alma

No es que López desprecie la ciencia. Es que no la idolatra. Asegura que el equilibrio entre volumen y calidad no lo dicta ningún algoritmo. “Soy de los antiguos, pero con ideas fijas de avanzar”. El arte de ajustar cargas y entender fatigas compaginando el entrenamiento con la propia vida del atleta (estudios, trabajo, familia, etc). Por eso, mientras el mundo del atletismo se rinde ante los noruegos, él observa el fenómeno con perspectiva. “Ese método sirve… pero solo si puedes vivir para entrenar”.

Cuando le preguntan por Jakob Ingebrigtsen, López concede el mérito, pero advierte del espejismo: “Ese método funcionó porque Jakob lo hizo desde los 10 años. Entrenaba mañana y tarde, con profesor particular. Hacía 160 o 170 kilómetros semanales. Pero ¿quién puede hacer eso? ¿Un chaval que estudia o trabaja? Nadie. Solo los que viven del atletismo.

Por eso insiste: el método noruego se construye. Y, aún así, el secreto sigue siendo el mismo desde los tiempos de las pistas de ceniza: “La angiogénesis —explica—, crear más vasos sanguíneos, más fibras rojas. Eso no lo hace una tabla de Excel, lo hace la constancia.”

A los 85 años, Domingo López sigue con el cronómetro en la mano, como si el tiempo se hubiera rendido ante su vocación. Su legado no solo se mide en medallas —ahora junto a la promesa Àlex Pintado, también en vidas moldeadas a base de disciplina y paciencia. Y todos, sin excepción, lo describen igual: exigente, sabio y profundamente humano. “Cuanto más mayores nos hacemos, más defectos nos salen a flor de piel”, dice sonriendo. “Y eso te enseña a no ser perfecto, sino constante.”

Su historia es la de un hombre que nunca se jubila del atletismo y nos recuerda que entrenar es entender. Que no hay umbral sin paciencia, ni progreso sin descanso, ni atleta sin alma.

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