La cancelación del evento en Los Ángeles ha destapado la realidad económica del ambicioso proyecto fundado por Michael Johnson. Mientras los atletas aún esperan premios que en algunos casos superan los 200.000 dólares, las dudas sobre la viabilidad financiera del Grand Slam Track crecen.
Promesas de oro. Pagos por llegar. Atletas impacientes. Así se resume la situación actual de la liga privada de atletismo impulsada por el legendario velocista Michael Johnson que pretendía revolucionar el deporte con un nuevo formato centrado en el espectáculo, los duelos directos… y, sobre todo, el dinero.
El proyecto, que nació con el objetivo de ofrecer hasta 12,6 millones de dólares anuales en premios, se tambalea tras anunciar la cancelación del evento previsto en Los Ángeles del 28 al 29 de junio. Esta decisión permite a la organización ahorrar unos 2,2 millones de dólares, cifra que podría ser aún mayor según algunas fuentes.
Una cancelación que huele a crisis
“Siempre creí que su modelo económico no era sostenible”, declaró sin rodeos Steinar Hoen, director de los Bislett Games de Oslo, en declaraciones a la cadena pública noruega NRK. Y los hechos parecen darle la razón.
El Grand Slam Track arrancó su temporada piloto en abril con pruebas en Miami, Kingston (Jamaica) y Filadelfia (EE.UU.), pero el cierre de curso previsto en Los Ángeles fue suspendido por “razones estratégicas”, según el comunicado oficial. “El panorama económico mundial ha cambiado drásticamente durante el último año”, justificó Johnson en una nota enviada el 14 de junio, donde aseguró que ahora el foco está en construir “una base internacional sólida” para 2026.
Por otro lado, el anuncio llegó acompañado de una reunión de emergencia con los atletas a medianoche, donde muchos se enteraron por primera vez de la cancelación y, lo que es más grave, comenzaron a preguntar por sus premios económicos pendientes de cobro.
¿Y el dinero?
Esa es la gran incógnita. Atletas como Alison dos Santos, confesaron que aún esperan cheques de hasta 250.000 dólares por su participación en el circuito. Aunque se mostró confiado en que el pago llegará “a finales de este año”, la falta de claridad empieza a generar desconfianza.
No es el único caso. Según las misma fuente, el keniano Emmanuel Wanyonyi, campeón de los 1500m en Kingston y Filadelfia, también admitió no haber recibido su premio económico. “Tengo que ser paciente y esperar”, comentó tras ganar en Oslo. Cooper Teare, segundo en Miami, tampoco tiene constancia de haber cobrado: “No me preocupa, pero no sé nada. Esas cosas llevan tiempo”, dijo con resignación.
Un modelo que no cuadra
El formato apostaba por un enfoque rompedor: 48 atletas con contrato fijo y otros 48 retadores y premios de hasta 100.000 dólares por ganar la prueba. Pero ni el público ni los patrocinadores han respondido como se esperaba.
Las gradas semivacías en Jamaica, fueron una de las primeras señales de alerta. También han existido problemas en la venta de patrocinios y derechos televisivos, que son el verdadero motor económico de cualquier competición profesional.
¿Fracaso anunciado?
Se vendió como un complemento a la Diamond League, pero su ambición lo convertía, de facto, en un competidor, una burbuja insostenible.
Y la pregunta sigue flotando en el aire: ¿dónde está el dinero?