1.133.813 personas. Esa es la cifra que ha puesto patas arriba al mundo del running.
Ese es el número total de solicitudes registradas para la votación del Maratón de Londres TCS 2026. Un récord mundial absoluto. Nunca antes tantas personas quisieron correr un maratón. Nunca antes un dorsal fue tan deseado.
Ayer también lo pudimos comprobar con la inscripción en la Behobia, que acumuló hasta 300.000 dispositivos en cola para repartir 13.000 dorsales. Y es que lo que está pasando con esta ‘fiebre’ no es casual como veremos a continuación. Es el reflejo de una transformación más profunda donde el running ha dejado de ser un deporte para convertirse en un fenómeno social, cultural (y económico).
Cifras que hablan por sí solas
Comparado con años anteriores, el salto es gigantesco:
- 578.304 solicitudes en 2024
- 840.318 en 2025
- 1.133.813 para 2026 (un 36 % más que el año anterior)
Solo en el Reino Unido se recibieron 869.803 solicitudes, con una sorprendente paridad de género: un 49,87 % de hombres y un 49,55 % de mujeres y más de 264.000 solicitudes internacionales.
Y el dato que mejor define esta fiebre: 56.640 personas terminaron el Maratón de Londres en 2025, batiendo el récord Guinness de finalistas en una maratón.
¿Qué hay detrás del auge del running? Una mirada sociodemográfica
El running está cambiando de piel. Lo que antes era una cita deportiva hoy se ha transformado en un fenómeno cultural y social de primer orden. Lo de Behobia-San Sebastian, Madrid o Londres no es una excepción. Es síntoma. Ya no se corre solo por rendimiento, por esa suma de kilómetros y cronómetros. El modelo tradicional ha quedado atrás cómo señalan los expertos.
En este nuevo contexto, el running ha dejado de ser una actividad individualista para convertirse en una práctica transversal, cargada de significado. Lo demuestran los números donde la avalancha en dorsales vendidos y ventas de zapatillas es total. Pero la clave, según los especialistas, parece no estar solo en las cifras sino en lo que representan esos valores absolutos. Fuente conocedoras del sector apuntan a una combinación de factores sociales, demográficos y culturales que ayudan a explicar este nuevo ‘boom’.
Primero, el perfil del corredor que se ha diversificado radicalmente. Frente al estereotipo masculino y competitivo, hoy vemos más mujeres (hasta un 50% en algunas pruebas), más debutantes, más mayores activos y muchísimos jóvenes menores de 30 años. Correr ya no es una práctica de nicho, sino una actividad intergeneracional, accesible y, por qué no decirlo, emocionalmente significativa.
Segundo, hay una redefinición del bienestar y del ocio urbano. “Muchas personas buscan experiencias que combinen salud, socialización, propósito y espacio público. El running ofrece las cuatro. No requiere instalaciones, se adapta al ritmo vital y conecta con valores como el esfuerzo, la sostenibilidad y la autosuperación”, apunta Jordi Teran, analista de datos deportivos.
Tercero, emerge un nuevo tipo de corredor: el corredor emocional. Cada vez más personas se inscriben no solo para competir, sino para superar, compartir o reivindicar algo. Ya no se trata solo de marca personal: cada dorsal representa una historia. Aquí el impacto de las redes sociales es innegable y el running emerge como una narrativa de primera magnitud: correr como forma de estar en el mundo. Ya no se corre en silencio. Se corre en grupo, en red. Se entrena en clubes, se comparte en redes y, lo mejor, se celebra con amigos.
Así que el reciente récord de solicitudes para el sorteo de dorsales en Londres, el ‘sold out’ de Madrid o el fenómeno Behobia no son hechos aislados, más bien consecuencias del nuevo running que ya está en marcha.