Hay momentos en los que la vida te pone delante una pregunta que esperabas no escuchar nunca: ¿y si mañana no pudieras volver a correr?
Llevo tres décadas contestando con los pies cada día.
Sin prácticamente interrupciones. Sin demasiadas excusas. Treinta años en los que las temporadas se iban encadenando una detrás de otra: kilómetros, madrugones, carreras, días buenos y malos, pero siempre con esa certeza de que al día siguiente volvería a atarme mis zapatillas e correr.
Mi historia con el correr empezó de niño. Atletismo puro en Nou Barris: cronómetros manuales, nervios y codazos en las salida de cada cross -y ya de más mayor- ligas y campeonatos nacionales cuando empezabas a entender que correr podía ser algo mucho más grande que un simple juego.
Y después llegaron los treintena y pico. La vida, el trabajo, las responsabilidades… y también ese momento en el que pierdes un poco el rumbo atlético al no alcanzar ya tu máximo nivel.
Ya no hay pistas, ni club de atletismo en el que te encuentres cómodo. Pero las ganas de correr siguen ahí, aunque de otra forma.
Fue entonces cuando, entre un grupo de amigos corredores que compartíamos más ilusión que planificaciones, creamos el club de running BCTEAM.club.

Sin pretensiones, pero con un objetivo claro: seguir disfrutando de esto juntos y ponerle un poco de sentido común en medio del boom del running. Desde entonces nos lanzamos a las carreras de ruta, las maratones, incluso a los trails de montaña.
Y así, entre entrenos compartidos, madrugones y -muchas- cervezas postmeta, el club se convirtió en una parte inseparable de nuestra vida como corredores.
Este 2025 estaba siendo, además, uno de esos años que guardas para siempre. Sub-3 horas en la Maratón de Barcelona después de dos intentos que acabaron en retirada la temporada anterior.
Debut en la mítica Transvulcania, con todo sus volcanes y su épica, corriendo ligero, feliz. Y para poner la guinda en el pastel, me toca dorsal para Zegama, la mejor maratón de montaña del mundo en la que disfrutas de cada paso animado por los centenares y centenares de aficionados/as que te llevan a la meta en volandas-
Un año redondo. El tipo de temporada que te hace creer que, aunque el tiempo pase, y me vaya haciendo mayor, todavía puedes seguir volando (a tu ritmo).
Y entonces llega junio y una palabra que no estaba en el plan: arritmia.
El médico (mejor dicho los médicos tras un periplo en la sanidad pública que han conseguido dejar a mínimos) te dice que “hagas vida normal”, pero correr deja de sentirse normal.
Las pulsaciones, el cuerpo, la cabeza: todo te dice que algo no encaja.
Y por primera vez en treinta años no es una lesión, no es una sobrecarga, no es cansancio. Es miedo. Miedo a pasar la línea que no hay que cruzar.
Así que paras. No porque quieras, sino porque el sentido común grita más fuerte que las ganas.

Cuando vuelves y lo sientes de nuevo
De repente, un día, ajustas medicación y te atreves. Te pones las zapatillas, sin objetivo, sin mirar el reloj. Sales despacio. El corazón, literal y figurado, va en modo alerta.
Pero ahí, en mitad de una subida corta por el Garraf, o bajando hacia la arena húmeda que lleva al chiringuito favorito de la playa de Sitges, pasa algo que casi habías olvidado.
Esa sensación que, cuando entrenas todos los días, se diluye entre series y ritmos controlados: el puro placer de correr. El aire en la cara, el sonido de tus pasos, el silencio que solo un corredor entiende cuando todo encaja, tu cuerpo responde y fluyes corriendo.
El espíritu del BCTEAM
Y en ese instante también piensas en tu gente. En la familia que te aguanta cuando estás de morros porqué ese día no has podido sacar tiempo para salir a correr o los que llevan años a tu lado corriendo y soñando, como la familia que hemos creado en el BCTEAM.club.
Un club que no solo comparte kilómetros, sino que te recuerda que no estás solo y te anima cuando toca parar. Que estar lesionado, cansado o en pausa también es parte del viaje.
Que el compañerismo no se mide en ritmos ni en medallas finisher, sino en saber esperar y apoyarse hasta que el corazón -el de verdad- vuelve a marcar el paso a ritmo.
Correr, aunque sea menos, aunque sea distinto
A día de hoy si me pongo pesimista no sé si volveré a correr como antes. Tal vez toque reinventarse, tal vez toque aceptar que habrá que ir con cuidado.
Pero si algo me han enseñado estos meses es que correr no es solo un deporte: es la memoria de tu cuerpo, la identidad de tus días, el lugar donde todo encaja.
Y que incluso cuando paras, incluso cuando dudas, hay un trozo de ti esperando el próximo día que el corazón decida darte permiso para sentirlo todo de nuevo.