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María Forero, entre el hospital y la meta

María Forero aprendió pronto que las grandes carreras empiezan mucho antes de la línea de salida. “Llevaba meses pensando en este día y entrenando a fuego”,explicaba al hablar del Europeo de cross de Lagoa. Pensaba en su familia, en sus amigos de Huelva, en el grupo de León. “Y se me ponen los pelos de punta”. Aquella fecha, marcada en rojo desde hacía tiempo, acabó con un oro sub-23 que confirmó algo más.

La atleta andaluza sumaba así su tercera medalla continental en campo a través. Oro sub-20, plata sub-23 y ahora el título, en una temporada en la que también se proclamó campeona de Europa sub-23 de 5.000 metros en Bergen. Resultados que hablan de una progresión infinita, pero que no explican todo lo que hay detrás. “He sido mitad atleta y mitad enfermera”, nos resumía al recordar los meses previos al campeonato de Antalya.

Forero estudia Enfermería y está a punto de completar la carrera. “Estoy en cuarto, hago muchas prácticas y termino muy cansada”, nos explicaba el curso pasado. Durante semanas, su día no acababa cuando dejaba de entrenar. “Mi vida empezaba a las tres de la tarde, cuando entraba en el hospital. Salía a las diez y media, cenaba tarde y me acostaba agotada”. El cuerpo se quejaba y la cabeza también. “No llevaba vida de atleta de élite. Me dolía el gemelo, la cadera… y tenía miedo”.

“No dejé de confiar en mí”, nos decía tras colgarse esa medalla. La presión no le resulta ajena. De hecho, hay algo que le impresiona más que la sangre: “La agonía de los últimos kilómetros, los nervios previos, la sensación de que te lo juegas todo. Estoy convencida de que no conoceré nada peor en mi vida”.

Su historia deportiva pudo haber sido distinta. Antes de correr, María jugaba al fútbol en el Sporting de Huelva. Tenía condiciones y futuro, pero un profesor de Educación Física insistió en que probara en serio con el atletismo. Le hizo caso. A los 16 años conoció a José Villacorta y se marchó a León. Afirma sin dudar. “Lo de entrenador es casi secundario”.

La relación va más allá del tartán. Villacorta la ha acompañado en los momentos clave, dentro y fuera del deporte. María nos recordaba una anécdota que resume ese vínculo: una rueda pinchada, un vuelo que no podía perder y una llamada a primera hora de la mañana. “Dejó a su hija desayunando churros, vino en moto, me arregló el coche y llegué a tiempo. Ha hecho por mí todo lo que se puede hacer por una persona”.

León terminó siendo casa, en una ciudad que la conquistó desde el primer día. “Llegué siendo una niña a la que se comían en competición”, reconoce. “Ahora no dejo que me coman ni la merienda”. Ha aprendido a competir sin miedo, a exigirse y a disfrutar. “En León estoy muy bien rodeada. Tengo un grupo de compañeros que, sobre todo, son amigos. He de reconocer que me ha conquistado León. Me adapté desde el minuto uno. Hace mucho frío, sí, pero es  un frío seco. Si te abrigas está hecho, y es una ciudad muy limpia en la que llego en cinco minutos a todas partes”.

Con referentes como la italiana Nadia Battocletti y retos internacionales en el horizonte, María Forero mira lejos sin perder el equilibrio. Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028 están en su cabeza.

Mientras tanto, sigue haciendo lo que le gusta. Quizá por eso, cuando llega la hora de competir, ya no se esconde. Y gana.


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