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La medallista de plata europea: “Soy mitad atleta y mitad enfermera”

María Forero ha sido medalla de plata en el último Europeo de cross. Una joven de Huelva de 21 años, que estudia cuarto de enfermería, que vive en un estudio en León y que  ama lo que hace. 

 

Ha encontrado lo mejor de su vida en León. Llegó desde Huelva hace cuatro años. Tenía todo por descubrir. Pero aquí ha descubierto un entrenador, que es como un padre; una ciudad, que adora, y se ha convertido en una atleta de prestigio. “Ahora no dejo que me coman ni la merienda”, asegura.

Estoy hablando con una enfermera.
Bueno, una estudiante todavía. Estoy en cuarto. Hago muchas prácticas, sí, pero todavía tengo que terminar.

Y terminará. 
Y terminaré, sí, casi como no puede ser de otra manera en mi familia. Excepto mi hermano, que es ingeniero, todos los demás somos enfermeros: mi padre, mi madre, mi hermana… Cuando llegó el momento de elegir lo que quería estudiar tenía dudas. Pero fue ver a mi familia y resolver las dudas.

Y no le asusta la sangre.
No, no, la sangre no.

¿Es peor la agonía de la pancarta de meta?
Sí, ya lo creo. Estoy convencida de que no conoceré nada peor en mi vida.: la agonía de los últimos kilómetros, los nervios previos, la sensación de que te lo vas a jugar todo. Creo que cuando me retiré no volveré a vivir eso en mi vida. Supongo que cuando trabaje las sensaciones serán diferentes.

Pero ahora los resultados le favorecen.
Estoy contenta. Incluso en este último Europeo de cross. Llegaba con mucha carga. Mi vida terminaba a las tres de la tarde cuando entraba en el hospital. He llegado muy cansada. He sido mitad atleta y mitad enfermera. Pero, a pesar del cansancio, no dejé de confiar en mí.

¿Por qué tenía tanto miedo? 
Porque no llevaba vida para una atleta de élite. Me dolía el gemelo, la cadera…, toda la tarde de pie. Llegaba a casa a las diez y media. Cenaba tarde, me acostaba tarde y me sentía muy cansada. Tenía ese estrés de no poder descansar. No conseguía desconectar y no lograba dormir bien.

Pero ha valido la pena
Siempre piensas que puedes hacer más. Soy perfeccionista y me estreso. Me he dado cuenta de lo difícil que es ser atleta profesional. Pero, como usted dice, ha valido la pena, sí. Esta vez ha salido bien.

Y se lo dedicó a su madre
Alejada de ella, estos meses se me han hecho muy duros. Llevo cuatro años en León. Pero este verano le diagnosticaron un cáncer y yo quería estar a su lado. Pero no he podido, porque terminaba las prácticas en el hospital el viernes a las diez de la noche. El lunes tenía que volver y no me quedaba margen para ir a Huelva a verla.

Le quedaba el teléfono. 
La semana antes del Europeo me sentía muy, muy agobiada. La llamé llorando diciendo que no podía más y ella consiguió relajarme. `’Mira, María’, me dijo, ‘has trabajado mucho y tengo el presentimiento de que vas a lograr una medalla y me la vas a dedicar’. Y consiguió emocionarme.

Su madre es una sabia.
Sí lo es, sí.

Pero en su whatsapp nos recibe una foto con Villacorta, su entrenador.
Sí, con Villa, porque es mi padre en León. Es más, le diría que lo de entrenador es casi secundario. Me ha cuidado mucho, sabe lo que necesito en cada momento y es lo que me gusta. Villa ha hecho por mí todo lo que se puede hacer por una persona.

Eso es muy bonito. 
Mire, un domingo por la mañana se me pinchó la rueda del coche a las ocho de la maña y debía coger un vuelo para ir a Madrid. No había trenes ni BlaBlaCar. No había nada y yo no he cambiado una rueda en mi vida. Le llamé a él, que estaba desayunando unos churros con su hija, y vino con su moto inmediatamente. Me arregló el coche y me dio tiempo a todo. Aún no sé como agradecérselo.

Hay mucha gente responsable de su medalla de plata. 
Sí, mucha, muchísima. Sobre todo, Villa y mi madre. Pero en León estoy muy bien rodeada. Tengo un grupo de compañeros que, sobre todo, son amigos. He de reconocer que me ha conquistado León. Me adapté desde el minuto uno. Hace mucho frío, sí, pero es  un frío seco. Si te abrigas está hecho, y es una ciudad muy limpia en la que llego en cinco minutos a todas partes.

Vive sola. 
Sí, ahora sí. Vivo en un estudio al lado del Centro de Alto Rendimiento. Llegué aquí siendo una niña con 18 años. Era una niña a la que se comían en competición y ahora ya no dejo que me coman ni la merienda. Yo salía con poca ambición y con miedo. Pero aquí he aprendido esa motivación de soñar en grande sin dejar de tener los pies en la tierra.

¿Será olímpica?
Lo tengo en mente. Espero que mi ciclo sea el de Los Ángeles. Creo que ya podría haber ido a París. Pero ahora estoy en la edad y tengo una vida bonita que quiero aprovechar. Hago lo que me gusta. Vivo donde me gusta y no sé que más se le puede pedir a la vida.

Volver a casa por Navidad.
Sí, eso seguro. Pero, ¿sabe que le digo?, me he acostumbrado a vivir sola. Y eso en mi caso lo veía difícil porque en casa somos tres hermanos y siempre había ambiente. Pero volver a casa por Navidad es demasiado bonito, sí.


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