José Luis Capitán, un atleta de 48 años que soporta la ELA desde hace diez, volvió a pegarle una puñalada a esta enfermedad
Además de la alegría y la pena. Además de la belleza y su carrera. Además de todo eso, José Luis Capitán Peña también volvió a correr la Behobia este domingo. No fue como la última vez cuando todavía corría por debajo de 3’30″/km. Pero fue más emotivo que la última vez. Un grupo de amigos suyos empujó la silla de ruedas en la que habita desde hace años. Y todo eso bajo la mirada de Tere, su mujer, que volvió a ponerse el dorsal. A batallar frente al asfalto como si fuese el día a día en Oviedo.
José Luis Capitán es enfermo de ELA. Es una lucha descompensada desde hace diez años. Excepto el cerebro, la enfermedad ha arrasado todos los órganos de su cuerpo: ya no puede ni hablar ni alimentarse por sí mismo. Pero la diferencia es que José Luis no se rinde. Su cuerpo se deformó, pero su cerebro rinde como un Fórmula 1. Todavía puede hacer grandes cosas como estar en paz con lo que le toca vivir y demostrar que en la desgracia también se puede ser feliz. Y hasta cruzar la línea de meta de la Behobia. Junto a su mujer. Nadie mejor.
José Luis ha estado este fin de semana en San Sebastián. Para él es una paliza. Pero ésa vocación por meterse en líos le acompaña desde hace 48 años. Siempre supo como solucionarlos. Todavía le recuerdo en el homenaje que le hicieron en Madrid, en la carrera de su barrio. Para entonces la enfermedad ya había maltratado su vida. Pero él mantenía intacta la seguridad en sí mismo. Aquel mediodía Capitán cogió el micrófono. A voz en grito entonó que “este partido lo vamos a ganar” y que la ELA se había equivocado de sitio. Nos convenció a todos en 15 segundos.
Fue hace ya unos años. Todavía podía caminar. Aún marcaba diferencias con la palabra. Pero el pasado es un país al que no se puede regresar. Hoy, nos acostumbramos a su enfermedad. Quizas hasta inmunizado porque el impacto del primer momento no podía durar siempre. Hasta sentimos que ya no podemos hacer mucho por él, pero es mentira. Sí podemos. Y no solo podemos. También debemos enorgullecernos de él y de que en unas condiciones tan duras acepte ponerse un dorsal en la Behobia.
José Luis no sólo fue un buen atleta y un gran profesor. Hoy es algo más que eso. Es un tipo que aceptó esta enfermedad con una deportividad inigualable. Siempre lo he pensado. Es verdad que hacia muchísimo que no escribía de él. La última vez fue hace siete años. Y fue aquí. Pero se pueden sentir cosas sin necesidad de contarlas a los demás. En mi caso cada vez que escucho su nombre se impone la admiración y la nostalgia.
Esta Behobia sólo ha sido una oportunidad para expresarlo en voz alta. Acepto que no es lo mismo contarlo que vivirlo. Pero tengo la suerte de tener un amigo en común con José Luis: Sergio Fernández Infestas, que me impide olvidarlo. Todo lo que se publica de José Luis me lo envía sin perder el tiempo. Siempre digo que Sergio tiene montada en casa una sucursal de la Agencia EFE o Europa Press. Pero la diferencia es que, además de informar, él emociona. Amistad. Esa palabra la inventó él.
Sergio estuvo este fin de semana en la Behobia. Fue uno de los que tiró del carro. Con su pelo cano. Con su cuerpo huesudo. Con todo el historial que tiene detrás en San Sebastián, nunca vivió un día como este. Pero esta vez no se trataba de correr, sino de vivir. Ayer lo contó en redes sociales y nos hizo sufrir. Pero sufrir de emoción. En la próxima vida será compositor musical. Y no sé cuando ni dónde ni cómo. Pero volveremos a dar con él.
Pero para eso queda. Todavía le queda la siguiente con José Luis que tampoco será la última. Y los sentimientos volverán a encontrar ropa de su talla. Y nosotros le volveremos a escuchar decir que ese momento fue inenarrable. Y qué cuánto te quiero y qué cuánto te quise. Y José Luis Capitán, que le leerá desde su habitación en Oviedo, volverá a decirse: “Qué exagerado es Sergio”. Pero eso lo fue siempre. Así que esta noche, antes de acostarse, Sergio Fernández Infestas le volverá a pegar una nueva puñalada a la ELA.