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Apagón masivo:cuando correr es el único plan que no necesita batería

Hoy España ha vivido uno de esos momentos que solo parecían posibles en los guiones de series y películas distópicas: un apagón total.

Semáforos muertos, calles fantasmales, móviles agonizando… y ahí, en medio del caos, el runner. ¿Qué hace un corredor cuando la civilización parece detenerse?

Fácil: sigue corriendo.

Mientras la mayoría de la población entraba en pánico buscando linternas, cargadores solares y radios a pilas, el runner medio ya tenía claro su plan de supervivencia.

Porque si hay algo que no necesita electricidad, Wi-Fi ni datos móviles es salir a rodar. Vamos, que ni un apocalipsis zombie rollo The Last o Us nos frena.

Cuando no hay nada, siempre quedan tus piernas

Piensa en ello: no necesitas electricidad para correr. No hace falta que funcione el router, ni el horno, ni el semáforo de la esquina (bueno, eso quizá complique un poco la cosa, pero añade emoción). Solo necesitas ponerte unas zapatillas de running, abrir la puerta y dejarte llevar.

Mientras medio país buscaba velas, cargadores solares y radios a pilas, el runner ya estaba calzándose sus zapatillas gastadas pensando: “Ahora sí que no hay excusas”.

Porque mientras todo colapsa, el cuerpo sigue.

El blackout: mejor que un spa de mindfulness

Sin notificaciones, sin series pendientes, sin emails de trabajo…

El apagón ofrece un lujoso retiro forzoso para la mente. Correr en esas condiciones es una experiencia de pura conexión con uno mismo: solo tus pisadas, tu respiración y el silencio roto por alguna sirena.

¿Quién necesita un smartwach para medir pulsaciones cuando puedes simplemente escuchar el latido de tu propio corazón en medio de una ciudad fantasma?

Sin tráfico, sin ruido… tu ciudad es tuya

En un apagón, las calles -una vez ya oscurece y todo el mundo se recoge en casa- se vacían.

Sin coches, sin luces, sin prisas. Es el momento perfecto para hacer ese recorrido que siempre has evitado por tráfico o contaminación.

Solo tú, tu ritmo, y la sensación de estar corriendo en una versión postapocalíptica de tu barrio.

Una advertencia: vigila los bordillos, bancos y demás obstáculos invisibles. Correr en la oscuridad es bonito hasta que tropiezas de lleno con algo.

Correr: el plan definitivo

Cuando no puedes ver Netflix, ni scrollear Instagram, ni pedir un delivery… correr se convierte en el mejor (y casi único) plan.

Gratuito, saludable, y sin necesidad de enchufarlo a nada.

Puede caerse la red, fallar el alumbrado, y desaparecer el último 5G… pero nadie puede apagar tu motor interno.

Así que ya sabes: en la próxima crisis eléctrica, mientras otros buscan linternas, coge tu frontal y sal a correr.

Al final, lo único que nunca se va de este mundo son los kilómetros.


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