Seguro que has leído miles de consejos para madrugar y salir a correr, una cosa que a mí, personalmente, me cuesta un montón.
Que si ponerte la ropa al lado de la cama, que si programar el café para que huela bien, que si pensar en lo bien que te sentirás después… me da igual.
Si de verdad quieres despertarte y activarte, hay un método mucho más eficaz que escuché por la radio hace poco, mucho más ancestral y, sobre todo, gratis:
Sal al balcón y quédate ahí hasta que el frío te sacuda el alma.
El despertar prehistórico
Nuestros antepasados no tenían despertadores con melodías relajantes de bosques ni luces que simulan el amanecer. Se despertaban porque hacía frío y había que salir a cazar o a huir de un depredador. Y funcionaba.
Nosotros hemos perdido ese instinto, pero podemos recuperarlo con un sencillo gesto: abrir la puerta del balcón y recibir en la cara una ráfaga de aire helado que hará que hasta las células más perezosas entren en pánico.
El golpe de frío que tu cuerpo necesita
La ciencia (y el sentido común) nos dice que el frío activa el sistema nervioso simpático, el encargado de ponernos en “modo acción”.
Se liberan catecolaminas, aumenta la frecuencia cardíaca y, en cuestión de segundos, pasamos de ser osos perezosos a gacelas listas para la estampida matutina.
Además, esta exposición breve al frío tiene beneficios similares a los de las duchas frías: mejora la circulación, nos hace más resistentes y, sobre todo, evita que nos volvamos a meter en la cama “cinco minutitos más”.
La exposición al frío también activa la grasa parda, un tipo de tejido adiposo que genera calor al quemar calorías.
Estudios han demostrado que la activación de esta grasa mejora el metabolismo y ayuda a la regulación del azúcar en sangre, lo que podría ser beneficioso para prevenir enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2.
Además, se ha observado que las temperaturas frías favorecen la producción de noradrenalina, una hormona clave en la atención y la concentración, lo que significa que empezar el día con frío no solo te despierta, sino que te hace más lúcido.
Cómo hacerlo bien (sin morir en el intento)
- Sal en pijama: La idea es que tu cuerpo reaccione, no que salgas con un abrigo que te proteja del impacto térmico. No hace falta que sea en ropa interior, pero tampoco te pases con la ropa.
- Quédate unos segundos: No hace falta sufrir como un monje tibetano. Basta con unos 30-60 segundos de exposición para que el cuerpo pille el mensaje.
- Muévete un poco: Unos saltitos o un par de flexiones en el balcón amplificarán el efecto (intenta que no te va ningún vecino)
- Entra y vístete rápido: Si después de este shock térmico te metes bajo la manta, habrás desperdiciado el momento. Vístete y sal a correr antes de que el cerebro recuerde lo bien que se estaba en la cama.
Conviértete en un corredor espartano
El running no es solo zapatillas caras y geles energéticos. Es mentalidad, es sobreponerse a la pereza y es abrazar la incomodidad.
Y no hay mejor manera de hacerlo que empezar el día con una dosis de frío brutal que ponga a prueba tu determinación.
Así que mañana, cuando suene el despertador, no busques excusas. Abre la puerta, sal al balcón y deja que el frío haga su magia.
Luego me cuentas si todavía necesitas ese café para despertarte.