Pista de atletismo de Can Dragó. Foto: bcteam.club
Vaya por delante que soy aficionado del Europa a la vez que crecí atléticamente en Can Dragó, hecho que ha provocado que me haya dejado totalmente perplejo la noticia de que el CE Europa haya inscrito (con el beneplácito del Ayuntamiento de Barcelona) la pista de atletismo de Can Dragó como campo para jugar esta temporada.
El CE Europa celebró a lo grande su salto a Primera RFEF, pero la misma normativa que premia su gesta le impone ahora un castigo: césped natural obligatorio.
Su estadio, el Nou Sardenya, es de hierba artificial y la Federación solo concede prórroga hasta el 15 de enero de 2026. Ante la imposibilidad técnica (y económica) de resembrar sobre el aparcamiento subterráneo que hay bajo el campo, club y Ayuntamiento han inscrito el complejo deportivo de Can Dragó como «plan B».
La propuesta suena fácil en la rueda de prensa, pero ni el calendario ni la lógica de los que practicamos atletismo la entienden.
Para albergar fútbol profesional se anuncian graderíos para 3.000 personas, nueva iluminación y reparaciones exprés en el césped; todo «sin afectar la pista», aseguran los responsables municipales,
¿En serio? Cualquiera que conozca el tartán de Can Dragó sabe que cada obra, cada camión y cada grada portátil arañan metros y años vida a la instalación atlética más usada de Nou Barris.
El Club d’Atletisme Nou Barris -del que formé parte de niño- se enteró por la prensa. Su director técnico, Manuel Román, resume el impacto:
«Tres centenares de niños entrenan cada tarde; compatibilizar esto con un calendario de Primera RFEF es, sencillamente, imposible.»
Con los lanzamientos, las escuelas, y los míticos controles de atletismo federativos, cualquier bloqueo horario deja sin pista a medio barrio y a buena parte del atletismo catalán.
El concejal de Deportes, David Escudé, aprovecha para lanzar un dardo a la RFEF: la Champions admite hierba artificial, la tercera categoría española no. “Que se adapte la Federación a las ciudades, y no las ciudades a la normativa”.
Sin embargo, la crítica olvida un detalle: en Barcelona quien se adapta –y sacrifica– siempre es el atletismo, no el fútbol.
Da igual que Can Dragó sea una instalación municipal polideportiva; cuando el fútbol llama, el resto de deportes se arrinconan.
Sin ser expertos en este tema, la pura lógica nos da más alternativas que perjudicar una de las poquísimas pistas de atletismo de la ciudad de Barcelona.
Can Dragó no es un solar vacío esperando un milagro futbolístico; es un pulmón deportivo que respira atletismo desde los 90.
Estos terrenos estaban ocupados por talleres ferroviarios propiedad de RENFE, que daban servicio a la línea de tren de Barcelona a Zaragoza, que discurría por la actual avenida Meridiana. Se soterraron las vías en 1965 y las asociaciones de vecinos lucharon para que los terrenos fueran dedicados a equipamientos y zonas verdes.
A finales de los ochenta se ¡nicio la construcción, y el 1 de abril del 1990 se inauguró el parque y un complejo polideportivo que ya incluía la actual pista de atletismo.
En la inauguración, nada más y nada menos que Pasqual Maragall y José Manuel Abascal dieron el disparo de salida a una instalación que se empezó a usar como lugar de entrenamiento para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.
Mi hermano mayor ya entrenaba atletismo allí cuando aún no estaba ni acabada la pista. Y si yo llevo más de treinta años corriendo, es gracias a Can Dragó.
Barcelona ya ha vivido cierres de pistas y sabe que, cuando el tartán desaparece, rara vez vuelve.
El ascenso del Europa merece un aplauso -yo el primero como aficionado que soy del club-, pero no a costa de sacrificar uno de los pocos espacios que tenemos para correr.
En LBDC como parte de la comunidad runner, exigimos planificación, participación y protección.
Sin ellas, la «victoria» del fútbol será la derrota del atletismo barcelonés.