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Cañadas reales: cuando el trail running pisa historia (literalmente)

Cañada real
Cañada real entre Marjaliza y Los Yébenes. Foto Miguel Angel Masegosa Martínez

Hay caminos que no se hicieron para correr… pero que hoy agradecen ser pisados por nuestras zapatillas de running.

Las cañadas reales, esas anchas (90 varas castellanas = 72,22 metros) vías ganaderas que cruzan España como venas prehistóricas, son mucho más que rutas para ovejas: son una joya escondida para los amantes del trail, ese noble arte de sufrir corriendo mientras fingimos que nos encanta la naturaleza.

Las cañadas reales fueron diseñadas en la Edad Media como corredores verdes para la trashumancia, permitiendo que rebaños enteros recorrieran cientos de kilómetros desde los pastos del norte a los calores del sur.

Algunas miden más de 70 metros de ancho (90 varas castellanas). ¡Setenta!. Como para hacer una salida de carrera y aún tener espacio para montar un avituallamiento con food trucks y zona chill out.

Hoy, muchas están semiolvidadas o invadidas por asfalto, urbanizaciones o cultivos. Pero otras resurgen como escenarios privilegiados para una experiencia de trail diferente: menos técnica, pero rica en historia, paisajes y ese tipo de soledad sonora que tanto gusta a quien corre para no tener que ir a terapia (aunque debería).

Correr por una cañada real es correr contra el olvido.

Cañada real
Red General de Vías Pecuarias

Es seguir las huellas de pastores, soldados, comerciantes… Es descubrir que no hace falta subir tresmil de desnivel para vivir una experiencia. A veces, basta con seguir una línea antigua entre encinas, dehesas y pueblos con más historia que bares (y eso es decir mucho en España).

Además, las cañadas nos ofrecen lo que el asfalto nos niega: irregularidad, conexión con el entorno, vacas mirándote raro, y tramos donde el reloj importa menos que el canto de una abubilla.

¿Qué más se puede pedir?

Quizá solo una cosa: que se protejan. Que se limpien, señalicen, y se devuelvan al uso público, ya que sirven también para quienes encontramos en el deporte una forma de vivir, de pensar, de resistir.

No hay nada más épico que sudar en nombre de la historia.


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