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Y tú, ¿de quién eres?

Cuentan que en el atletismo, la pureza es sagrada, que las trampas deben erradicarse y que el dopaje no tiene cabida. Cuentan, pero no siempre se aplican las reglas. La reciente victoria de Hamid Ben Daoud en el Maratón de Barcelona, coronándose como campeón de España, reaviva un viejo debate: ¿qué atletas tienen derecho a la redención y cuáles quedan marcados para siempre?

Ben Daoud, eximido ahora-via recurso- por presuntas irregularidades en el pasaporte biológico pero sí condenado por el tribunal de la opinión pública tras un perverso proceso activado 3 años tarde, alza ahora las voces más indignadas que ahora claman por su exclusión. Pero este fervor por la limpieza en el deporte es selectivo, se activa con más intensidad cuando el atleta en cuestión es extranjero, de origen extranjero o de padres extranjeros. Porque, en el fondo, no se trata solo de la lucha contra el dopaje, sino de la comodidad de señalar con el dedo cuando el inculpado no encaja en la imagen del atleta español “de toda la vida”.

Y ya sabemos qué ha pasado estos años en España bajo el eslogan de “tolerancia cero”. Retrasos en notificaciones de resultados adversos, expedientes cerrados el mismo día en que se inician, irregularidades en los controles que invalidan los resultados, casos de positivos ocultos, pasaportes biológicos adversos sin investigar o el uso indebido de autorizaciones retroactivas de medicamentos terapéuticos. Vamos, que la política antidopaje ha demostrado que sigue siendo un eslogan que se coloca en adhesivos para repartirlo en las escuelas y que cuando llega a las oficinas parece quedar olvidada bajo una pila de papeles.

Con todo esto, en la historia del atletismo español abundan nombres ilustres que han sido reinsertados sin estridencias. Algunos, incluso, han sido elevados a la categoría de referentes. Con ellos, se aplica la doctrina del olvido. Se olvida su pasado y se les lava la imagen con complicidad, hasta algunos se erigien en guardianes de la integridad deportiva.

Pero con los otros, con los “no del todo españoles”, no hay tregua. Basta recordar casos anteriores, cuando la justicia atlética se aplica con celeridad inquisitorial a los que “no son de toda la vida” mientras se mira para otro lado con los de casa. Lo que vemos es que es mucho más fácil envolverse en la bandera del deporte limpio cuando el “culpable” tiene otro acento, otro color de piel o no forma parte de los círculos de poder del atletismo patrio.

Y es que la doble moral en el tratamiento de estos casos es evidente. Se persigue con saña a algunos mientras se protege con indulgencia a otros. Parece que no hay un interés real en la limpieza del deporte, sino en la construcción de narrativas. El dopaje es execrable, pero la hipocresía también. Mientras se siga decidiendo quién merece ser olvidado y quién merece la absolución, el atletismo español seguirá siendo un tablero donde las reglas cambian según el jugador.

Porque, al final, lo que cuenta no es qué has hecho, sino ¿de quién eres?

 


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