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“Los abdominales se hacen en la cocina”: la ciencia detrás del dicho más repetido

Seguro que lo has oído mil veces: “los abdominales se hacen en la cocina”. Suena a frase motivacional de gimnasio, pero en realidad tiene un fundamento fisiológico muy sólido. No importa cuántos crunches hagas: si la capa de grasa abdominal no baja, el six-pack no aparecerá. Y esa batalla se libra mucho más en el plato que en la sala de pesas.

Los músculos ya están ahí, aunque no los veas

Todos tenemos el recto abdominal y los oblicuos. No hace falta “fabricarlos”: ya existen. El entrenamiento ayuda a que sean más fuertes, resistentes y a que el core estabilice la postura. Pero que se vean o no depende del porcentaje de grasa corporal que los cubre.

En cifras:

  • En hombres, los abdominales empiezan a marcarse por debajo del 12-14 % de grasa corporal.
  • En mujeres, suele ser a partir del 18-20 %, porque su cuerpo retiene más grasa por razones hormonales.

¿Por qué la grasa es la barrera?

El cuerpo funciona con una ecuación muy simple:

Comes más de lo que gastas → acumulas grasa.

Gastas más de lo que comes → movilizas grasa.

Y aquí viene el mito que muchos repiten: la “reducción localizada”. Se ha demostrado que hacer mil abdominales no va a quemar la grasa de la barriga. El cuerpo decide de dónde tira, y suele hacerlo de forma bastante desigual.

La cocina como laboratorio hormonal

Lo que comes no solo suma calorías, también regula hormonas:

  • La insulina sube con los picos de glucosa y favorece que guardes grasa.
  • El cortisol, que aumenta con el estrés y el mal descanso, también empuja a acumular grasa en la zona abdominal.
  • En cambio, las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) liberadas durante el ejercicio o en déficit calórico estimulan la lipólisis: es decir, que uses grasa como energía.

Por eso no todo es “comer menos”: también importa qué comes, cómo lo distribuyes y hasta tu nivel de estrés.

Qué debería tener tu plato si quieres abdominales visibles


1. Proteína

Necesitas entre 1,6 y 2,2 g de proteína por kilo de peso al día para proteger tu masa muscular y mantener la saciedad. Ejemplos: pollo, pavo, pescado, huevos, yogur griego, legumbres y, si lo necesitas, proteína en polvo.

2. Grasas saludables

No todas las grasas son iguales. Las “buenas” son esenciales para que tus hormonas (como la testosterona o los estrógenos) funcionen bien.  Ejemplos: aguacate, un puñado de nueces o almendras al día, aceite de oliva virgen extra para cocinar o aliñar.

3. Carbohidratos de calidad

Elige carbohidratos que liberen energía poco a poco y eviten picos de insulina, porque esos picos favorecen el almacenamiento de grasa abdominal.  Ejemplos: arroz integral, avena en el desayuno, lentejas, garbanzos o patata asada. Mucho mejor que bollería, refrescos o pan blanco.

4. Vitaminas del grupo B

Estas vitaminas participan en procesos clave como la glucólisis y la oxidación de grasas. Sin ellas, el cuerpo no aprovecha bien la energía.  Dónde encontrarlas: cereales integrales, huevos, pescado azul, pollo, legumbres y verduras de hoja verde.

La B12, en especial, es clave para transportar oxígeno en el ejercicio. Se encuentra en carne, pescado, huevos y lácteos.

5. Vitamina D: hormona y combustible

Una falta de vitamina D está relacionada con más grasa abdominal y resistencia a la insulina. Además, regula hormonas sexuales como testosterona y estrógenos. La mejor fuente es el sol, pero también la encuentras en salmón, sardinas, yema de huevo o lácteos enriquecidos.

6. Magnesio: el mineral multitarea

Participa en más de 300 reacciones del cuerpo, desde usar bien la glucosa hasta relajar el músculo. Si falta, aumenta el riesgo de acumular grasa en la barriga. Lo tienes en frutos secos, cacao puro, espinacas, acelgas, lentejas y garbanzos.

7. Zinc: clave hormonal

Es imprescindible para producir testosterona y también regula la leptina, la hormona que controla el hambre. Fuentes: ostras, carne roja magra, semillas de calabaza, anacardos y almendras.

8. Hierro: oxígeno para quemar grasa

Sin suficiente hierro, el oxígeno no llega bien al músculo y tu capacidad de oxidar grasa se reduce. Buenas fuentes: carnes rojas magras, hígado, lentejas, espinacas. Tómalos con vitamina C (ej. espinacas + zumo de naranja) para mejorar la absorción.

9. Antioxidantes: protección frente al estrés oxidativo

Entrenar en déficit calórico genera radicales libres. Los antioxidantes protegen tus células y mitocondrias para que sigas quemando grasa con eficiencia. Frutas ricas en vitamina C (kiwi, naranja, fresas), frutos secos con vitamina E, té verde, cacao puro, y alimentos con selenio como nueces de Brasil.

Y el entrenamiento, ¿qué papel juega?


El gimnasio sigue siendo clave, pero no para “quemar barriga” directamente.

La fuerza aumenta tu masa muscular, lo que eleva el metabolismo basal (gastas más incluso en reposo).

El cardio, ya sea HIIT o más suave y largo, ayuda a utilizar la grasa como combustible.

Y no olvides caminar más, usar escaleras, moverte. A veces, ahí está la diferencia en cientos de calorías al día. Los abdominales se trabajan en el gimnasio, pero se revelan en la cocina. La dieta regula el déficit calórico, las hormonas y la calidad del combustible. El entrenamiento fortalece y da forma. Solo la combinación de ambos muestra el resultado.

Dicho en simple: el gimnasio los construye, la cocina los destapa.


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